Cuando nos montamos en el tranvía 15, tan moderno, que parecía un autobús, quedé un poco decepcionada y con ganas de subirme en un auténtico cacharro de los típicos. La oportunidad me la brindó el 28, aquí, el de la foto. Qué meneos cuesta arriba y con esos niños colgando de las puertas. Una experiencia inolvidable.
Esta es la imagen del grupo desde la óptica de un niño de cuatro años. Creo que hemos salido todos bastante favorecidos. De izquierda a derecha: Jorge, Esther, Isa, Anabel, Iñaki, Andrés, Irene, Ángela, Charo, Arturo y Vanesa.
No llegamos a entrar al castillo, pero estuvimos dando unas vueltas por el barrio, y asomándonos al mirador que tenía unas vistas preciosas.
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