Aquí estamos en la estación de RENFE de Chamartín, poco antes de subirnos al tren. Los peques están supernerviosos con eso de que van a dormir en un tren y que al día siguiente íbamos a ver a los amigos.
A ver si conseguimos calmarles un poco y logramos que dejen de saltar encima de las literas, porque si no, nos van a dar la noche.
No lo logramos. El único que durmió a pierna suelta fue Arturo (que en el dormir se parece a Charo).
A estas horas, (22:45 h) Isa, Esther y Charo ya hace tiempo que han llegado a Lisboa y el frente Carbajalino está a punto de tomar el avión en Barajas. En 15 minutos llegan ¿verdad Jorge?.
Los pobres llevan toda la semana estresados ya pensando desde el lunes que el viernes no van a llegar a tiempo a Barajas. No se permiten ni una paradita para un café. Iñaki está con los nervios a flor de piel.
La cabeza de carrera ha aterrizado en tierras lusas.
Madre mía ¡Que nochecita!. Mejor será que repongamos fuerzas, que está prohibido echarse la siesta (si no eres niño, claro, porque hay que ver qué sesiones de siesta de dieron los peques en su sillita; en plan contorsionista, eso si, pero mejor eso que nada).
¿Cúando llegamos?¿Falta mucho?. Eso lo preguntaba yo, que soy peor que los niños, y es que tenía unas ganas de bajarme del tren para echar un cigarro...
Amanecer en las inmediaciones de Lisboa desde el tren. Ya falta poco.
Ya hemos tenido bastante transporte rodado por hoy. Recogemos los bultos, las sillas y los peques y nos damos un paseito andando desde la estación hasta la pensión. Al llegar a la Plaza del Comercio, hacemos una paradita para que los críos martiricen un poco a las palomas, que las había a cientos.
La Plaza del Comercio fue proyectada por el marqués de Pombal tras el gran terremoto de 1755. Iba a ser un enorme escenario que sirviera de centro capital dedicado a grandes celebraciones, ejecuciones públicas, cortejos reales o magnas bienvenidas a personajes llegados desde el mar. Pero el pueblo pasó de tanto boato e hizo el centro de su vida en la Plaza del Rocío (aún se insiste en llamarla oficialmente de Dom Pedro IV), porque se acomodaba mejor al aire humilde, llano, bullanguero, que se respiraba en este pequeño vano rodeado de barrios muy queridos. Pues el pueblo pasaría de reunirse en la Plaza del Comercio, pero lo que es nosotros... Madre mía la de veces que pasamos por allí. Es que no era plan de hacerle un feo al marqués de Pombal, ¿no?, con la pedazo plaza que se montó el tío.
Por fin llegamos. Esther, Isa y Charo nos reciben y eso que era bien temprano. Ellas ya estaban desayunando. Un poco más tarde nos reuniríamos con los demás.
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